jueves, 18 de junio de 2009

Acerca de Don José María Rodríguez

Conforme nos relata don José María Astudillo[1], “su nombre y su figura llenaron una época en la historia de la Música Nacional, aunque su sabia modestia lo retuviera en el apartamento de su arcádico centro provincial. José María Rodríguez nace un 8 de septiembre de 1847. Fueron sus padres don José Nicolás Rodríguez y doña Rosalía Durán. Desde temprana edad comenzó a esbozarse como el más devoto siervo del arte musical compartiendo ensayos y tertulias del círculo familiar. Cuando se encontraba en su adolescencia fallece su padre pasando a ocupar el sitio de éste al ser llamado por las Religiosas del Carmen lo que marcó el inicio de su carrera. Continuó los estudios de Solfeo, Armonía y Composición con Don Miguel “El Leuco” Espinosa. Al perfeccionarse en el arte musical, Rodríguez ejecuta obras de autores universales y creaba también sus primeras composiciones..,..dedicándose a tiempo completo a su carrera musical. Contrajo matrimonio con Doña Vicenta Espinosa, hija del “Leuco”, su maestro; sin embargo, a los dos años enviudó contrayendo nuevas nupcias con Doña Elena Mora. Su arte musical fue muy bien apreciado en los salones, templos, querido de los canónigos y de los vates máximos: Matovelle, Moreno y Vásquez; Cordero y Crespo Toral. Para sus letras ofrendaba sus músicas y con docilidad aceptaba sus consejos; De igual manera – y como lo relata José Rafael Alvarado- “impartió lecciones de música con delicada deferencia a principales niñas de la ciudad…y…se congraciaba dedicando producciones musicales, brotes de su rico ingenio a la damita, a la buena moza, a la matrona”…sus creaciones iban a los atriles de sus discípulas”…[2].

Aparecen obras espléndidas como “Tardes de Hortensia”, dedicada a Doña Hortensia Mata; “Las Nupcias del Poeta”, dedicada a Miguel Moreno; “Himno a Borrero”; “Himno a la Patria”; “Himnos al Sagrado Corazón de Jesús” con Crespo Toral; “Lamentos del Artista”; “Llanto de Inés”; y su inolvidable “Stabat Mater” tan propio del sentimentalismo religioso cuencano.

Su labor docente en el campo musical la realizó en su casa, misma que fue su sala de conciertos, lugar en donde acudía la sociedad azuaya y en la que Don José María fue el anfitrión del culto. Realizaba largos ensayos con músicos de varias leguas a la redonda para las retretas del Septenario. Su sala era mudo testigo del ir y venir de estudiantes de aldea y ciudad, convertida en conservatorio virgiliano permanente y gratuito.

De 1847 a 1940, con 93 años ha pasado a la dulce longevidad….y luego don José María ya no es de éste mundo, pero su sacrificada vocación de enseñanza musical a la niñez y juventud fue la semilla que hizo geminar el devenir musical de nuestra ciudad.

Que esta labor que pone un sello de garantía total en la actividad fructífera de quién es nuestro patrono, sea ejemplo a seguir por parte de cada uno de nosotros como docentes, gestores culturales, estudiantes así como las futuras generaciones, para que siempre estemos orgullosos de esta noble y sacrificada noble profesión, que incluso en la actualidad, época de los grandes avances tecnológicos, no es lo suficientemente comprendida ni apoyada por quienes, por imperativo legal, deberían ser dentro de las instancias de gobierno las encargadas en fomentarla, apoyarla y sobre todo COMPRENDERLA dentro de sus particularísimas y sui géneris características.
BLIBLIOGRAFIA:
[1] José María Astudillo: “Dedos y labios apolíneos”
[2] José Rafael Alvarado (El Cura Alvarado): Reseñas biográficas sobre notables Artistas Azuayos”, pág. 53. Editorial Amazonas. Cuenca. Ecuador

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